Hoy llegué muy tarde a mi trabajo gracias al metro.
Subí (como pude claro) en la estación Jamaica de la línea 9 (la café) la cual estaba a reventar a pesar de ser temprano (alrededor de las 8:20 u 8:30).
El tren que llegó en ese momento era uno de los que milagrosa y orgullosamente rehabiltaron técnicos mexicanos, el cual a mi no me termina de gustar. No es que sea malinchista pero a leguas se nota lo malecho de la restauración. Para los que no los conozcan, estos trenes al parecer fueron armados con pedazos de trenes que ya no funcionan, entonces toman piezas que funcionen (asientos, ventanas, etc.) de todos los trenes y
arman este frankenstein motorizado. El problema radica en que hay veces en las que se nota el ensamble ya que en el mismo vagón hacen filas de asientos pegadas a la pared y ponen otros de los que son dos y dos encontrados tipo restaurante (pero sin mesa claro).
Los asientos que colocan pegados en línea en la pared los toman de la siguiente manera: el primero es uno de dos pasajeros, siguiendo uno individual y al final otro de dos pasajeros.
El resultado es un esperpento de asiento descuadrado en el que dificilmente caben cómodamente cinco personas (pero en fin, que se le hace...)
Otra cosa que delata al tren es su horrible pintura interior de un tono rosita (mamey) de pintura de aceite muy corriente (Comex seguramente) que completa el cuadro.
Y como somos mexicanos y nos gusta lo kitch pues por fuera pintan el metro de naranja (el tradicional) con líneas plateadas (ochenterísimas) como de coche de carreras...
Aquí lo pueden ver por fuera...
Total, que al llegar a la siguiente estación, el mencionado tren se detiene como normalmente lo hace y procede a abrir las puertas. De repente, las puertas se cierran (algo que igual suele pasar muy seguido) sólo que esta vez alcancé a ver como la gente se quedó atorada entre las puertas, y entonces, como si de un auto estacionado en una pendiente sin freno de mano se tratara, el tren comienza a retroceder lentamente con las personas atoradas en las puertas.
A pesar de no avanzar mucho, el susto para la gente nadie se los quita e inmediatamente se abran de nuevo las puertas, liberando a los prisioneros y reanudando su rutina normalmente.
Llegamos a la siguiente estación y todavía se escuchaban los comentarios de los usuarios tras la aterradora experiencia cuando al abrir las puertas el sonido local anuncia que desalojemos el tren ya que no iba a seguir prestando servicio.
Ya imaginaran la expresión de la gente al escuchar esto y su reacción de enojo. No necesito reproducir el florido lenguaje del que somos capaces cuando vemos desperdiciado nuestro, de por si, retrasado tiempo, así que lo dejo a su imaginación.
Obviamente al pasar el siguiente tren, entendarán que después del tiempo que estuvo detenido el nuestro en la estación anterior en el incidente de las puertas y en la estación actual, los vagones estaban a reventar y los andenes igual, por lo que tuve que esperar un par de trenes más para lograr subir a base de empujones y golpes claro está, con la molestia que esto genera en los demás.
Así es como uno llega tarde al trabajo, a pesar de levantarse temprano (¡por supuesto!) y tener el tiempo sobrado para evitar precisamente eso, los terribles imprevistos que al parecer son cada día más comunes en la hermosa Ciudad de México.
Actualización:
Aquí tomé unas fotos del interior de esta cosa...
La verdad aquí no se ve tan peor...
Aquí el detalle de los asientos:
No hay comentarios:
Publicar un comentario