1.- Es ilegal. Las Normas Oficiales Mexicanas (NOM) prohíben el uso de hormonas y ciertas sustancias químicas en los alimentos para animales.
2.- No son necesarias. El rápido crecimiento de los pollos se explica por las pequeñas mejoras genéticas, de nutrición y manejo de enfermedades.
3.- Tendrían que ir al gimnasio. El empleo de esteroides anabólicos para el aumento de masa muscular tendría que ir a la par de un entrenamiento físico como el de los atletas que utilizan estas sustancias. Los pollos no han volado en los últimos miles de años y su falta de ejercicio cancela esta opción.
4.- Contraproducente. La selección genética permite que los pollos de engorda vivan al límite de su potencial fisiológico, por lo que en ocasiones es recomendable restringir su alimentación con el fin de reducir la velocidad de su crecimiento. Si recibieran estímulos hormonales aumentaría su mortalidad.
5.- Saldría más caro el caldo… Las hormonas de crecimiento para aves no se producen, ya que su costo sería excesivamente alto. El costo de administrar un miligramo a cada pollo de engorda superaría el precio mismo del ave.
6.- Sería una enorme proeza. Las hormonas de crecimiento son proteínas, por lo que si se consumen de manera oral serían rápidamente digeridas como las proteínas de la soya o el maíz. Aun cuando hubiera un efecto positivo los pollos tendrían que ser inyectados por vía intravenosa uno por uno a cientos de miles de aves lo cual resulta en un escenario logístico imposible.
7.- Los tiempos “no alcanzan”. El ciclo de engorda de un pollo es de 49 días, por tanto, esto hace imposible que una hormona tenga efecto ya que se necesitarían entre 60 y 100 días después de su aplicación para observar el incremento en la cantidad de su carne.
Basta de una vez por todas de creer todo lo que nos llega por mail...
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